Más allá de la satisfacción de cultivar nuestros propios alimentos y lo saludable que esto es, están los muchos beneficios que nos aporta la huerta. Huertear es terapéutico.

Cultivar nuestros alimentos nos garantiza el control del proceso desde el principio hasta el final, cuidándolos y cuidándonos, pero trabajar en la huerta, conlleva muchos más beneficios, como la relajación que provoca el contacto con las plantas, sus colores, olores y texturas... Estamos haciendo huertoterapia, ya que trabajar la tierra, tiene una recompensa y supone un reto diario. La huerta es vida, y cuando estamos en ella nos pasa por delante constantemente, convirtiéndonos en personas mucho más sensibles.

No obstante, huertear no debe convertirse en una obligación o en una responsabilidad más, sino en una afición que nos regala beneficios psíquicos y físicos, al movernos, respirar aire fresco, recoger nuestros alimentos, tener una percepción mucho más obvia del paso de las estaciones, de la naturaleza. Se podría encuadrar dentro de la ecoterapia, que se aleja de los métodos tradicionales y se receta para cpmbatir la ansiedad y la depresión, males endémicos de nuestra sociedad: abrazar un árbol, practicar el senderismo, el contacto continuo con el medioambiente y realizar tus tareas ajustándote a la luz solar, y que no sea el reloj el que marque nuestro ritmo.

En conclusión, tener nuestra huerta, nuestro balcón comestible, nuestro espacio para contactar con la tierra, es sano, saludable y terapéutico.

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