Los tambores batá son instrumentos sagrados de percusión de carácter religioso usados en las ceremonias que en Cuba practicaban los lucumíes o yorubas.

Son tres tambores con forma de reloj de arena, de diferentes tamaños y funciones musicales. El más pequeño se llama Okónkolo u Omelé, el mediano Itótele y el mayor Iyá. Cada uno de estos nombres tiene su significado en esta religión. Iyá es una palabra yoruba que significa madre y su sonido es el más grave. Itótele en lengua yoruba indica que sigue el orden al Iyá; y Okónkolo contiene el vocablo yoruba Konkó que significa pequeño.

Cada tambor tiene dos membranas hábiles de diferentes tamaños, montadas a dos respectivos aros que bordean por fuera cada una de las dos bocas del tambor. Los aros se unen entre sí y se tensan por correas o tirantes de cuero o cáñamo que dibujan formas de N sobre el cuerpo de madera del instrumento.

Los actuales tambores batá cubanos son el resultado de la evolución que tuvieron las reconstrucciones de estos instrumentos originarios africanos, hechas por los esclavos de origen yoruba.

La función musical más importante de los tambores batá la tiene el Iyá. Sobre este instrumento se realizan las improvisaciones y los ritmos virtuosos y segmentados que llevan la esencia del mensaje musical. El Itótele y el Okónkolo son transmisores de ritmos repetitivos, mucho más simples, con los que se crea el colchón poli-rítmico necesario, sobre el cual improvisa el Iyá.

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