Las mujeres en la Antigua Roma estaban relegadas al espacio doméstico, sometidas a la figura masculina.

La figura del pater, marcaba toda la vida de las mujeres en la Antigua Roma, y eran solamente reconocidas en el ámbito familiar.

Las mujeres y niñas, carecían de derechos políticos y estaban sometidas a sus padres o maridos. Su desarrollo solamente era permitido en los hogares, ya que ni siquiera accedían al mismo sistema educativo que los hombres. Fue en la época imperial, cuando adquirieron un mayor grado de libertad, pudiendo incluso ejercer oficios, antes reconocidos como masculinos y con una intensa vida social, que incluía acompañar a sus maridos a actos oficiales.

Las mujeres menos reconocidas eran las esclavas, que eran tratadas como objetos y no como sujetos de derecho.

El matrimonio marcaba su paso de la infancia a la adolescencia y, como en otras culturas, el consentimiento lo otorgaba el pater familias y suponía una pérdida de libertad para la mujer, que como curiosidad, a partir de entonces tenía prohibido el consumo de vino y puesto que se debían fidelidad entre los cónyuges, el adulterio estaba castigado con mayor severidad si era una mujer quien lo cometía. El divorcio, era el único derecho que le estaba permitido y era un logro sin precedentes en la cultura clásica.

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