Ya tenemos interiorizada la costumbre de adelantar o atrasar una hora nuestro reloj, ¿por qué lo hacemos?

Parece ser que fue Benjamin Franklin el primero en tener esta idea, la de adelantar el reloj, para ahorrar luz diurna y, por lo tanto, aceite. Cuando Benjamin Fraklin se encontraba desarrollando su actividad como embajador en Francia, escribió que varias veces se había despertado a las 6 de la madrugada y había percibido que el sol resplandecía en el cielo. Sin embargo, hay que esperar hasta la Primera Guerra Mundial para que comenzara a aplicarse esta idea a gran escala. Alemania fue el primer estado en aprobar el cambio de hora para ahorrar carbón para la guerra.

De nuevo otra guerra despierta esta necesidad, durante la Segunda Guerra Mundial Estados Unidos obligó a todos sus estados a poner en práctica el horario de verano para ahorrar recursos.

 

A partir de 1974, con la crisis del petróleo, algunos países adelantan los relojes para aprovechar más las horas de sol y consumir menos electricidad y, a partir de 2005, el cambio horario se establece de forma indefinida en buena parte del mundo.

 

De esta forma, el último domingo de marzo comienza el horario de verano, adelantamos el reloj y las 2 de la madrugada pasan a ser las 3, mientras que el último domingo de octubre entra el horario de invierno y atrasamos el reloj, las 3 de la madrugada pasan a ser las 2.

 

Imagen: zilverbat

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