Hay chistes que nos hacen gracia y chistes que no, chistes que nos hacen estallar en carcajadas y chistes que terminan en un silencio incómodo. ¿Por qué algunos chistes nos hacen reír y otros no? ¿Qué hace que un chiste sea bueno o malo?

El mecanismo del chiste ha sido estudiado desde los comienzos de la psicología moderna: Marvin Minsky, Freud o Paul McDonald dedicaron muchas palabras a este pequeño y divertido relato. Según Edward de Bono, la risa se produce porque nuestro cerebro está constantemente buscando patrones para ordenar la información y, de repente, encuentra una conexión inesperada. Entonces, ¿es la sorpresa la clave de un buen chiste?

 

Sascha Topolinski, de la Universidad de Wuzburgo (Alemania), ha hecho una investigación al respecto y ha llegado a la conclusión de que es más importante la forma en la  que se cuenta el chiste, la fluidez, que la sorpresa final en sí misma.

El experimento consistió en reunir a un grupo de voluntarios a los que se les desvelaba alguna palabra importante del final del chiste minutos antes de contarlo. Después, el chiste se les contaba y los voluntarios lo puntuaban en una escala que medía su grado de diversión. A continuación se hacía el mismo experimento, pero se desvelaban palabras del principio del chiste. ¿El resultado? La mayoría de los voluntarios puntuaban más alto en la escala de “gracioso” a los chistes de los que se les había desvelado el final.

 

Contrariamente a lo que podríamos pensar, contar el final no solo no estropea los chistes, sino que a veces aumenta su eficacia, pues los oyentes lo procesan mejor, lo comprenden mejor.

 

De ahí que muchas veces digamos cosas como: “Ese chiste me lo sé, pero cuéntamelo, que me hace gracia”. Parece que las risas finales dependen más del humorista que del chiste en cuestión. ¿Eres bueno contando chistes?

 

Imagen: NBC Television.

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