La zanahoria es un cultivo de primavera y otoño.

Últimamente se ven en los centros de jardinería donde compramos los plantones para nuestros huertos, entre las coles, lombardas, cebollinos, etc., plantitas de zanahoria, listas para trasplantar a la tierra, de manera fácil y ya crecidas.

Estas plantas efectivamente crecen, pero ¡lo que importa es lo de debajo! Y resulta que las raíces de estas plantitas se desarrollan de manera deficiente e inaprovechable.

Las semillas de zanahoria, una vez germinadas, buscan verticalmente su desarrollo, y si están en un pequeño alveolo comienzan a dar vueltas en el envase, y al trasplantarlas a la tierra ya estarán viciadas y no crecerán en condiciones. No tendremos zanahorias largas y grandes como nos gustan, sino pequeñas raíces abiertas e incomestibles.

Así que el sistema debe ser la siembra en otoño, invierno o primavera. Las pequeñas y aromáticas semillas de la zanahoria se siembran a voleo o en líneas, a veces mezcladas con arena para sembrar más claro. Algunos tapan la siembra durante una semana, por ejemplo con tela de arpillera, manteniendo el riego, para evitar que germinen las malas hierbas. Después de esa semana, se quita la tela  y se irán viendo las plantitas con dos largos cotiledones como finas orejas de conejo. 

Después, hay que ir limpiando de hierbas adventicias y aclarando porque siempre se siembra espeso, dejando las plantas a una distancia mínima que sea igual a la que creamos que nuestras raíces van a crecer.

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