Ya lo hemos visto desde la otra orilla y hemos alzado la vista para contemplar su campanario. Ahora toca hablar del palacio.

En el Palacio de Westminster se reúnen las dos cámaras del Parlamento Británico (la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes). El edificio es Patrimonio de la Humanidad y el lugar en el que sitúa siempre ha estado ocupado por el poder a través de los siglos, reyes, guerras y políticos. Con más de mil habitaciones, su seña de identidad es el famoso Big Ben, la torre que alberga el reloj así mal llamado, pero eso no quita que el resto del edificio no merezca ser visitado. Probablemente desde el siglo XI los reyes sajones ya habitaban un edificio en la misma zona, pegada al río, por lo que se sitúa en un punto estratégico destacado en la ciudad. 

En el siglo XVI ya aguantó un incendio, pero el fuego de 1834 fue el que destruyó el palacio, y el que obligó a replantear una reconstrucción, en la que se empleó el gótico para levantar el edifcio que conocemos, y más concretamente el gótico perpendicular en las fachadas que estilizan las líneas y nos obligan siempre a levantar la vista. Más penurias debió soportar el palacio, como los bombardeos alemanes de la Segunda Guerra Mundial o el deterioro de la piedra usada en su construcción.

Jardines, cámaras, y torres, como la Torre Victoria, hacen la visita muy recomendable, aunque conviene informarse pues es difícil acceder al mismo, abriéndose de forma continuada al extranjero solo en verano.

 

Fotos: Manuel González

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