La amatista es la variedad del cuarzo más apreciada. De color violeta, se trata de una de las piedras preciosas más valoradas en joyería.

La palabra amatista procede el Griego: amethystos (no embriagado). Existe una leyenda en torno a su nacimiento que cuenta que Dionisio, el Dios del vino, estaba enamorado de una bella doncella llamada Amethystos. A pesar de las negativas de la hermosa joven, Dionisio insistía e insistía, y, ante su acoso, la Diosa Artemisa, que escuchó las plegarias de Amethystos, la transformó en una estatua de cuarzo puro, cristalino. Dionisio, desolado y avergonzado, derramó lágrimas de vino sobra la roca, tiñéndola de púrpura.

 

Esta historia pronto dio lugar a la creencia de que la amatista era un antídoto natural contra la embriaguez y, por eso, el vino se servía en copas de amatista. Esta gema se conoce desde hace miles de años, ya se utilizaba en el Antiguo Egipto para fabricar sellos y joyas. Además, se trata de uno de los minerales curativos más populares, al que se le atribuyen propiedades de purificación de la energía física y espiritual.

 

La amatista ha suscitado pasiones a lo largo de la Historia, Leonardo Da Vinci escribió que tenía el poder de perfeccionar la inteligencia y, Catalina la Grande, emperatriz de Rusia, fue una enamorada incondicional de esta piedra preciosa.

 

El vivo color violeta de la amatista es más o menos intenso en función de la cantidad de hierro que contenga. La Rosa de Francia tiene un tono claro, mientras que la Siberiana es el ejemplar más apreciado por su profundo color violeta. Asimismo, podemos encontrar la amatista en diferentes colores, pues es un mineral muy susceptible al calor y, al calentarse a diferentes temperaturas, cambia a tonos como amarillos y verdes.

 

Los depósitos más importantes de amatista están en Brasil y sólo los ejemplares más perfectos llegan a la joyería. Montada sobre oro, ya sea amarillo o blanco, profundiza su color y hace las delicias de cualquiera que la mire.

 

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