El machismo como actitud la practican mujeres y hombres, no tiene sexo y tiene su origen en las sociedades patriarcales.

El machismo, que implica una posición de superioridad de los hombres respecto a las mujeres, se construye como actitud en las sociedades patriarcales. El patriarcado podría definirse como un sistema de relaciones político-sociales en el que se construyen diferentes espacios, públicos y privados, con la fijación de roles de género, que posicionan a mujeres y hombres en lugares distintos. El término patriarca viene del griego y combina dos términos, mandar y padre.

El resultado de su socialización es una división de géneros, masculino y  femenino, y espacios de diferente valor.

El paso de población nómada a sedentaria, y la dedicación de la mujer a la maternidad casi de forma exclusiva, produce la división entre el trabajo productivo y reproductivo que marcaría la sociedad a partir de ese momento, con los consecuentes desequilibrios que se han producido con posterioridad. La mujer desarrollaría su actividad en el ámbito privado, dedicándose al trabajo reproductivo y asistencial, mientras que el hombre se dedicaría en el ámbito público al trabajo productivo.

La realidad es que el trabajo desarrollado en el ámbito público está mucho más valorado económica y socialmente, en contra del desarrollado en el ámbito privado, que no lo es. Esta división ha supuesto una carga para una gran mayoría de mujeres, que se ha convertido en una doble e incluso triple jornada laboral, al incorporarse al mercado de trabajo sin una contraprestación en el ámbito privado.

El patriarcado se nutre de una socialización de género y una división cultural entre lo que es femenino y masculino, otorgando diferentes valores, a uno y otro.

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