Seguro que tu respuesta es: “porque me gusta así”, pero ¿te has preguntado alguna vez de dónde viene esta costumbre?

Respecto al origen de esta tradición existen dos teorías y ninguna de ella es menos cierta que la otra. La primera alude a la creencia de que el zumo de limón, debido a su acidez, era capaz de disolver las espinas del pescado si se clavaban de forma accidental en la garganta. No obstante, esta creencia poco tenía de base científica.

 

 

 

La segunda tiene más sentido desde un punto de vista de la ciencia: desde el momento en que el pez sale del agua, las aminas, una sustancias presentes en el mismo, reaccionan produciendo amoníaco, el olor característico de la podredumbre. Los pescadores descubrieron que al añadir limón al pescado se neutralizaba ese desagradable olor. Y es que el zumo de limón contiene ácido cítrico, que transforma las aminas en amidas, más estables y que no producen amoníaco.

 

Ya con el paso de tiempo, el hábito de servir el pescado con limón se ha convertido en tradición y nos hemos acostumbrado a la combinación de ambos sabores.

 

Imagen: Daveybot.

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