Tres sencillos consejos te pueden ayudar a triunfar en tu primer día de trabajo. Recuerda que solo puedes dar una primera impresión.

¿Quién no recuerda su primer día de trabajo?, ¿quién no puede evitar sonrojarse ante esa mezcla de ganas, ilusión, triunfalismo y ese batacazo de realidad en el que se convirtió todo por obra y gracia de la inexperiencia? El primer día es una de esas ‘primeras veces’ que tiene la vida, en la que se mezcla lo mejor y lo peor: la ilusión contrarrestada por el bloqueo y la necesidad de agradar frente a las primeras miradas de desconfianza hacia ‘el nuevo’, ‘la niñata’,’el enchufado’ o ‘el breve’… que de todo se nos puede tildar si las circunstancias de nuestro aterrizaje llegan, en vez de con un pan debajo del brazo, con un ERE en el departamento vecino.

Hoy ofrezco los tres consejos que dio un obispo sabio a un joven e inexperto sacerdote al incorporarse a una parroquia: “Padre –le dijo–. Usted, durante los primeros meses: ver, oír y callar.” Estas tres claves deben grabarse a fuego en nuestros surcos del cerebro para aplicar a todas nuestras primeras veces.

Debes observar, escrutar con la mirada los momentos de tensión, el ambiente de trabajo, los tiempos para el humor y los instantes de trabajo duro.

Además, escuchar te será de gran ayuda, porque los comentarios y primeras observaciones de tus compañeros son también consejos silenciosos, mas harto elocuentes.

Finalmente: callar. No pretendas demostrar, emular, envanecerte o hacer méritos para justificar tu llegada al puesto.

Serán únicamente esas tres palabras mágicas las que un día, a las pocas semanas, te harán descubrir, casi sin darte cuenta, que ya has superado el periodo de prueba, la palabra más difícil y que habrás sorteado con éxito tu primer día de trabajo

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Carlos Ongallo Carlos Ongallo es profesor y consultor internacional de empresas. Director de la Fundación para el Desarrollo Directivo, es autor varios libros de comunicación, empresa y liderazgo.