¿Somos iguales cuando viajamos? No, el ocio no es accesible para determinadas personas y el resultado es discriminatorio.

La accesibilidad es un término muy utilizado y, sin embargo, no somos conscientes del mismo hasta que no nos enfrentamos a situaciones determinadas y no podemos disfrutar en igualdad de condiciones en ámbitos como el ocio. No existe el ocio inclusivo, ya que sería necesario empatizar con colectivos o grupos poblacionales cuyas discapacidades les impide acceder. No nos referimos únicamente a la discapacidad física, también está la intelectual, la sensorial y la orgánica.

Convertir nuestras ciudades, sus espacios históricos, en accesibles tiene un elevado coste, lo que supone un obstáculo y una excusa para no realizarlo. Pero el turismo no es un acto, sino un concepto, son sensaciones provocadas por los espacios, los colores y los olores, y todo esto, se puede reproducir sin necesidad de reconstruir cascos históricos, utilizando nuevas tecnologías e invirtiendo en innovación y recreaciones virtuales.

Viajar no tiene que implicar moverse, sino recorrer y para eso no es necesaria la movilidad física, por lo que las barreras arquitectónicas no pueden considerarse las únicas objeciones para que todos y todas disfrutemos del ocio de forma igualitaria. El ocio inclusivo es un reto para las administraciones públicas y empresas del sector turístico, ya que el no afrontarlo supone una perdida de ingresos y un obstáculo para el crecimiento del mismo.

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