Las mujeres egipcias disfrutaban de un estatus social y político, que en muchos países aún no ha sido alcanzado.

Herodoto dijo de las mujeres del Antiguo Egipto: “Allí son las mujeres las que venden, compran y negocian públicamente, y los hombres hilan, cosen y tejen”.

Las mujeres egipcias disfrutaban de plenitud de derechos y podían alcanzar todos los puestos a los que podían aspirar en iguales condiciones  un hombre, incluso, ser sacerdotisas. Solamente eran excluidas del mundo militar y de aquellos trabajos en los que la condición física y la fuerza eran requisitos para su ejecución.

Nada que ver con la mujer griega, con un estatus similar al de los esclavos y esclavas. El matrimonio, lejos de ser una imposición, era para ellas una elección, que negociaban en primera persona, siendo totalmente independientes para la gestión de su patrimonio.

Todos los derechos de los que gozaban, su independencia y autonomía, la fueron perdiendo de forma progresiva a partir del siglo III antes de nuestra era, debido a la influencia helénica, y esta circunstancia se vio agravada a través del Cristianismo y el Islam. 

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