El feminismo tradicional excluye de sus reivindicaciones la transexualidad.

Las identidades sexuales reconocidas por el feminismo son limitadas y, por tanto, excluyentes. Esto se debe a que, históricamente, el movimiento feminista no ha incluido en su discurso las reivindicaciones y derechos de todas aquellas personas que se someten a intervenciones de reasignación sexual.

El feminismo español ha invisibilizado al lesbianismo y la transexualidad, construyendo su teoría sobre la relación entre identidad, género y cuerpo, discriminando otras realidades. Es lo que se conoce por dimorfismo sexual, que excluye un sexo al otro. No es modificable, no se puede cambiar, es permanente y no se puede elegir. La reasignación de sexo no tiene cabida. La socialización de género se origina en torno a dos categorías y no contempla otras formas de sexualidad.

En Latinoamérica se ha avanzado mucho más en este aspecto, ya que las identidades sexuales contempladas por el feminismo son mucho más variadas y flexibles. Esta postura se enfrenta a la tradicional, el binarismo sexual, y ha generado un movimiento alternativo al feminismo tradicional, el transfeminismo, que defiende posturas particulares y posicionamientos personales respecto al sexo; más allá de hombre o mujer. Existen intersexuales, personas andróginas, con derechos que reivindicar y que sufren las desigualdades. Y estas últimas son consecuencia de un sistema patriarcal que sigue vigente en nuestros días. 

María García Sánchez

Gestora de Proyectos

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